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Ojos de muertos,
 
 Guillermo Fernández (Uruk Editores, 2012)
 
Generalidades: Hablar de Guillermo Fernández es hablar de un alto grado de complejidad en la composición literaria.
 
Con Ojos de muertos, el autor revela una profunda inclinación hacia la amplitud y la profundidad en el sicoanálisis de sus personajes, dándole al lector no solo su descripción física, sino también una percepción clara y detallada de sus principios, vicios, virtudes, perversiones, debilidades y fortalezas mentales, manías, deseos y toda la gama de sentimientos que los humanos procuramos siempre ocultar a nuestros semejantes.
Es así como la historia de esta novela pasa a un segundo plano, sin dejar de ser por ello interesante, para centrarse más en la forma que en la acción propiamente dicha.
De entrada el lector podría sentirse intimidado por tanta alusión a textos y autores desconocidos para la gran mayoría. Hay una marcada tendencia intencional a las referencias, sobretodo literarias y filosóficas; pero también a personajes y cuestiones científicos, históricos y artísticos, tanto nacionales como universales. Es común encontrar en cada página a personajes como Bataille, Epicuro, Stendhal, Darwin, Hobbes, Marx, etc; lo cual obliga al lector a hacer memoria en algunos casos, o a buscar información externa en la mayoría, para tener una idea más concreta de lo que el autor expone o del sentido que le quiere imprimir a la narración.
 
Texto: Ojos de muertos inicia con una descripción del protagonista, un exprofesor de filosofía que, por insistencia de su exesposa, decide cambiar la teoría por la acción y se enrola como investigador. Luego de un tiempo, es asignado a la Oficina del Crimen Especial, dependencia que se encarga de investigar crímenes de características complejas y particulares.
A este investigador (Pablo Jiménez) le es encomendada la misión de investigar un hecho insólito: la mordida con que un indigente ataca al Presidente Agüero (Abel Pacheco) en una mano.
A partir de ahí se inicia una serie de indagaciones que no conduce a nada, porque el asunto resulta en un incidente inocente y aislado, maximizado por la paranoia de la que se contagia el ambiente político nacional, quizás influido por la realidad internacional.
Paralelamente, y más relevante por ser la que le imprime cierto dramatismo y acción a la novela, se desarrolla la historia de Draculín, un asesino desalmado y sin escrúpulos, que mata por puro placer y que tiene en ascuas a los investigadores.
Es esta historia, como decía, la que le da el sabor a la narración. Es, a mi juicio, un intertexto de la historia de Barba Azul, el famoso cuento de Charles Perrault que más de uno habrá leído. Sin embargo, la trama se desarrolla de manera tal que si no es por la alusión directa del autor, uno no llegaría a esa conclusión tan fácilmente. En el cuento de Perrault, Barba Azul es un asesino que mata a sus esposas por el simple placer de verlas morir. Cuando está a punto de matar a la protagonista, que a la vez es su última esposa, entra el hermano de esta y le dispara, matándole. Este cuento es un texto un tanto burdo y sin mucho valor artístico, quizás escrito así a propósito por ser una historia infantil; pero en esta historia secundaria  Fernández va más allá y nos presenta de forma ingeniosa y, si se quiere, estilizada tanto la trama como el desenlace.
Por otro lado, el intertexto se hace presente en otras partes de la novela: La visita que los investigadores hacen a un búnker en compañía de Mosco, se asemeja a más de una escena del viaje fantástico de Dante a través del infierno: “Vi la sombra de Alina en un cuarto más oscuro, al fondo de un fondo que se hacía más insondable.(…)Se había sentado sobre  un banco de madera y estaba mirando hacia el suelo(…)Empecé a distinguir en la extraña oscuridad a los demás hombres y mujeres sentados sobre el piso.” Esta escena deviene en el acercamiento de otro personaje, una mujer de apariencia distinguida, que al ver que Pablo le ofrece coca a Alina, se acerca al investigador y le pide un “pase”. El acercamiento de la mujer, el diálogo que sostiene con Pablo y su posterior alejamiento a la oscuridad de la habitación, son una clara referencia al texto medieval del florentino.
Según apunta Germán Hernández, el personaje de Honorio Méndez hace referencia al desaparecido poeta David Maradiaga. Por otro lado, se puede uno aventurar a hacer conjeturas sobre otros nombres que aparecen insertos en la historia, pensando que podría haber una concordancia con personajes reales; sin embargo, no vamos a especular públicamente sobre algo de lo que no estamos seguros.
 
Algunas otras consideraciones: La intertextualidad, como decía, está presente en otras escenas, aunque por razones de espacio solo he resaltado las anteriores a manera de ejemplo.
 
 
 
 
Por otro lado, la contratapa de esta novela dice: “…se trata de una novela donde confluyen varios géneros literarios. Se puede leer como una ficción histórica, una novela negra, una historia policíaca contada por un investigador seudofilósofo o una narración a ratos reflexiva y trepidante sobre la muerte”.
Lo de ficción histórica no me queda claro: salvo por la referencia que sirve de pretexto a la historia, que es la adhesión que dio el presidente Pacheco (Joel Agüero) a la coalición que invadió Afganistán e Iraq luego de los atentados a las torres gemelas del Centro Mundial de Comercio, no hay muchos elementos históricos que respalden esa categorización. Podemos pensar que se acerca más a la  novela negra o policíaca, aunque personalmente creo que la última descripción se ajusta más a lo que la novela representa. Me parece que es una narración ampliamente reflexiva, no solo sobre la muerte, sino también sobre la vida y lo que el ser humano, por superflua que esa vida sea, debe enfrentar y superar cotidianamente.
 
Conclusiones. Esta novela, entonces, viene a dar una  perspectiva bastante realista y cruda sobre una sociedad profundamente carcomida y corrupta en todos sus ámbitos. Así, por ejemplo, podemos encontrar en ella desde policías corruptos y sin escrúpulos, hasta ricachones y políticos dispuestos a cualquier cosa por salvar el pellejo (propio o de algún familiar, como en el caso de los padres de Draculín) y su modus vivendi; así como también, el drama y el infierno voluntario al que se someten los adictos al buscar satisfacer las exigencias de su adicción.
Es, en definitiva, un texto digno de leer y analizar en toda su amplitud. Fernández, como decía al principio, se vale de su enorme capacidad analítica para caracterizar de forma muy particular cada uno de sus personajes, de manera que cada uno de ellos nos habla con su propia voz y nos invita a la reflexión.
 
 




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