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La otra mitad de mi diferencia.

Carlos Díaz Chavarría.

Editorial Mirambell.

Costa Rica.

 

 

Recibí el libro y, de entrada, pensé que si el contenido era tan bueno como la apariencia, la calidad estaba garantizada. Y no estaba lejos de la realidad.

En el momento en que se empieza a leer y a conocer la temática y la intención del poeta, surgen, inevitablemente,  una serie de cuestionamientos en la mente del lector:

¿Puede un hombre escribir poesía feminista?

¿Cómo lo tomarían las mujeres?

¿Cómo lo juzgaremos el resto de los hombres?

El lector está en pleno derecho de hacerse y responderse esas preguntas; probablemente la intención del autor sea esa: provocar al lector para que se cuestione las concepciones arcaicas establecidas por los prejuicios y la inacción de siempre. Nosotros, aunque es imposible sustraerse a la temática porque es el mensaje el que le da valor a la obra, vamos a intentar analizar también las formas.

Veamos.

La otra mitad de mi diferencia es un libro de poesía frondosa y exuberante, de gran riqueza rítmica y con un lenguaje genuino, sin imposturas , donde el autor desarrolla una clara y profunda empatía con el sexo opuesto. Sin forzarse y sin aires de superioridad, sin llegar a ser condescendiente y sin cohibirse.

El libro se divide en cuatro partes, atadas todas por un hilo conductor definido y claro: la reivindicación del sexo femenino, tema bastante manoseado en el último medio siglo por diferentes actores de nuestra sociedad con las más diversas intenciones. En este caso, el autor aborda la temática feminista con intenciones artísticas.

Desde las primeras páginas, Díaz deja en evidencia un gran conocimiento del sexo femenino, con el que desarrolla un diálogo franco, abierto,  riquísimo, sin que se evidencie una actitud condescendiente hacia esa otra mitad.

Porque el autor, sin ser tampoco  excesivamente  confrontativo o beligerante, se atreve a cuestionar no solo el rol del elemento masculino, sino también el rol sumiso y silencioso de aquellas  mujeres que no se atreven  a confrontar  su papel en la sociedad moderna.

“¿Porqué debés seguir vistiéndote de recato y silencios?

¡Si por lo menos ello acercara el respeto a tu pecho!”.

(… )

“Me indigna esa manera tuya de autodevaluarte”.

Hay en la sublevación de los primeros versos del libro un llamado a romper con esos paradigmas que atan a la mujer, a veces con sus propias cadenas, y le impiden alcanzar y desarrollar su verdadera identidad, su intelectualidad y hasta las fuentes de su placer.

En cada página hay una tendencia a desliar mitos, cuestionando desde las bases culturales atiborradas de masculinidad, hasta el papel  de la mujer en el contexto histórico y religioso.

“…entre el telar y la rueca,

¿Será esta tu única batalla?”.

 

Poesía  fresca, de lenguaje fluido y culto, rica en variaciones, imágenes y con un lenguaje de abundante belleza poética.  El poeta, en este caso, no tiene necesidad de acudir al trillado recurso de la obscenidad, de la lujuria o de lo vulgar, para exaltar los atributos y virtudes de la mujer, a pesar de que hay cierta connotación erótica en algunos tramos.

“…como si tus orgasmos no conocieran de indocilidades”.

(…)

“Mostrame, cómo hacés brotar cánticos de tu pezón ardiente”.

 Pero mucho ojo, que tampoco  cae en el discurso hipócrita ni cursi. Es, a todas luces, una voz natural, firme cuando debe serlo, leve cuando debe serlo.

Es un diálogo frontal y limpio que pretende dar un impulso a aquellas mujeres que aún no se han atrevido por miedo, escaso nivel educativo-cultural  o por la razón que sea, a sacudirse las coyundas del dominio masculino. Eso es lo que percibo en la intención del autor.

Pero recordemos que el mensaje no se compone solamente de  lo explícito, lo que parece evidente y todos podemos ver. Creo, y ojalá que el mismo autor me desmienta si estoy equivocado, que hay un mensaje subliminal dirigido al elemento masculino, a aquellos que siguen viendo en la mujer una propiedad, una pertenencia y no un ser plenamente igual. A los que aún somos incapaces de percibir a la mujer en equidad. Entonces resulta claro que ningún hombre que lea el poemario podrá sustraerse al mensaje enviado. Ningún hombre dejará de sentirse aludido en cada página. Ninguno rehusará la invitación a verse en el lado femenino como en un espejo.

La razón podría encontrarse en el hecho de que Díaz habla a la mujer no solo como amiga o pareja, sino también como hermana o madre, razón por la cual nos involucra a todos en su mensaje.

Quizás ese hilo unificador que hemos mencionado sea no solo una virtud del poemario, sino también un pequeño punto débil, ya que obliga al autor a luchar con la monotemática, en procura de no cansar al lector. Sin embargo, una intelectualidad sin formación académica, como la mía, no percibe ninguna marcha forzada ni rodeos innecesarios, más allá del lenguaje poético que hemos citado. Más aún, cada poema es sustancialmente diferente al anterior y al siguiente.

La otra mitad de mi diferencia se complementa con una excelente edición, con una portada y un diseño de lujo y con fotografías tomadas con gran sentido artístico, que ilustran su interior a la perfección. Incluye, además, presentaciones de Yadira Calvo, María Ester Flores y Rose Marie Karpinsky, así como el prólogo de Teresita Aguilar Mirambell.

En definitiva, La otra mitad de mi diferencia es un libro bien estructurado, con un lenguaje claro e impecable, fluido. Es una excelente muestra de poesía contemporánea, un libro con identidad propia, recomendado para los amantes de la poesía profunda y reflexiva.

 





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